lunes, 6 de octubre de 2014

Poesias.


JUNTOS LOS DOS

Juntos los dos reímos cierto día…
¡Ay, y reímos tanto
Que toda aquella risa bulliciosa
Se tornó pronto en llanto!

Después juntos los dos alguna noche,
Lloramos mucho, tanto,
¡Que quedó como huella de las lágrimas
 Un misteriosos encanto!

¡Nace hondos suspiros de la orgía
Entre las copas cálidas
Y en el agua salobre de los mares,
Se forjan perlas pálidas!
José asunción silva.





RASTROS

Un país lejano puede estar cerca
Puede quedar a la vuelta del pan
Pero también puede irse despacito
Y hasta borra sus huellas.

En ese caso no hay que rastrearlo
Con perros de caza o con radares

La única fórmula aceptable
Es excavar en uno mismo
Hasta encontrar el mapa.
Mario Benedetti.




HIMNO A LA BELLEZA.

¿Bajas del hondo cielo o emerges del abismo,
Belleza? Tu mirada infernal y divina
Confusamente vierte crimen y beneficio,
Por lo que se podría al vino compararte.

Albergas a tus ojos al poniente y la aurora,
Cual tarde huracanada exhalas tu perfume;
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡que inútil y que débil!
Él, otrora tan bello,! qué feo y qué grotesco!
¡éste quema su pico, sálico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeado inválido!

El poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.
Charles Baudelaire.

LOS POETAS, AMOR MIO.

Los poetas, amor mío, son
Unos hombres horribles, unos
Monstros de soledad, evítalos
Siempre, comenzando por mí.
Los poetas, amor mío, son
Para leerlos. Mas no hagas caso
En los que hagan en sus vidas.

Raúl Gómez jattin.








HORA TRAS HORA.
Hora tras hora, día tras día,
Entre el cielo y la tierra que quedan
Eternos vigías,
Como torrente que se despeña,
Pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume
Después de marchita;
De las ondas que besan la playa
Y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
Y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,
Negros tormentos, dulces mentiras,
¡Ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
En dónde, alma mía?.
Rosalía de Castro.

Campo.

La tarde está muriendo
Como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
Quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
Hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido, y una
Hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?... Entre los álamos de oro,
Lejos, la sombra del amor te aguarda.

Antonio Machado.


ALLA.

Debe, allá, estar lloviendo;
Sin pausa estar lloviendo, lloviznando
En los bosques,
Sobre las casas pobres, abotonándose
La noche y mesándose la barba envejecida
En los obrajes, allá lejos, lloviendo,
Lloviznando en la noche.
Y habrá ya anochecido.
Siempre se me ha hecho tarde entre los tilos
Serranos, a la hora de volver, anochecido,
Allá lejos, cuando aún no sabía
Que no fuera a volver, que se ha hecho tarde
Lloviendo, anocheciendo.
En la noche, allá lejos, lloviznando.

Elvio Romero.




EL DIA.

Amaneció sin ella
Apenas se mueve.
Recuerda
(Mis ojos, más delgado, la sueña)
¡Qué fácil es l usencia!
En las hojas del tiempo
Esa gota del día
Resbala, tiembla.

Jaime Sabines.




CARTA.
Amada, en las palabras que te escribo
Quisiera que encontraras el color
De este pálido cielo pensativo
Que estoy mirando, al recordar tu amor.

Que sintieras que ya julio se acerca
-El oro está naciendo de la mies-,
Y escucharas zumbar la mosca terca
Que oigo volar en el calor del mes...

Y pensaras: "¡Qué año tan ardiente!",
"¡Cuánto sol en las bardas!"... y, quizás,
Que un suspiro cerrara blandamente
Tus ojos... nada más... ¿Para qué más?.

Jaime Torres Bodet.

AMANECER.
La mañana irisada, como fino cristal
Se curvó sobre el ancho campo reverdeciente.
A la abismal succión del azul transparente,
Agriétase la carne de un ansia germinal.
Y a la blondez purísima de su desnudez tierna,
La mísera corteza se nos cuartea en congoja,
Y un sollozo nos sube desde la honda cisterna
En sombra donde el párpado su penitencia moja.
El dolor de las alas imposibles
Nos curva más bajo el cansancio irredimible
Que se adhiere a la carne dolorosa:
Y en la punta de una hoja, radiante y temblorosa,
La gota de rocío
Nos finge aquella lágrima inefable
En que, por fin, pudiera el alma miserable
Volcar la última gota amarga del hastío.


Josefina Pla.   

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